sábado, 7 de agosto de 2010

DEFINICIÓN DE LOS VALORES

Etimológicamente el término proviene de dos voces griegas: “axios” que significa “valioso, estimable, digno de ser honrado”; y logos que significa “estudio, tratado o ciencia”. La axiología, entonces, se entiende como la disciplina filosófica que se ocupa del problema del valor, es decir, ¿Cuál es la naturaleza del valor?, ¿los valores, son de un solo modo, se dan de un solo modo o hay tipos de valores? ¿De qué manera existen los valores?

El hombre al relacionarse con su medio social, con su entorno, con el mundo, va a dar cuenta de él, va a tomar conciencia de él de dos maneras o de dos modos.

Acto o experiencia contemplativa
Es el momento en el cual el sujeto no se pone ni a favor ni en contra, sino sólo se da cuenta de la existencia de los objetos. Es en este momento donde se manifiestan los juicios de existencia.

Juicios de existencia: Es aquel juicio en el cual el predicado sólo se hace referencia a las características, a las propiedades primarias o secundarias del objeto. Ejemplo: En verano hace calor.

Acto o experiencia valorativa : Es el momento en el cual el sujeto se pone a favor o en contra del objeto, lo acepta o lo rechaza, se acerca o se aleja de él. Es en este momento donde se manifiesta los juicios de valor.

Juicios de valor: Es aquel juicio por el cual el sujeto manifiesta su aceptación o su rechazo con respecto a un objeto. Ejemplo: El Perú es un país maravilloso.

Elementos de la experiencia valorativa

Sujeto: Es la persona que de alguna manera se relaciona con el objeto y acepta o rechaza. Esta estimación está influenciada por los siguientes factores:

•Afectivo: Esta aceptación o rechazo del objeto según su valor, está influenciada por la relación afectiva que puede tener la persona con el objeto, o por los sentimientos que de alguna manera puede sentir con respecto al objeto que está valorando.

•Activo: Es el conjunto de necesidades, intereses, motivos, etc. Que dentro de su actividad van a orientar la valoración del sujeto.

•Intelectual: El acto valorativo no está determinado únicamente por la afectividad que presentamos o el deseo que tengamos, discernimos el valor de una cosa a través de un proceso racional, que es reflexivo, en e cual evaluamos por medio de nuestra capacidad racional los pro y los contra que hay en el objeto y con relación a los demás.
Con respecto a estos factores esta división es esquemática, sabemos que estos se encuentran interrelacionados y hacen referencia al contexto social en e cual el sujeto de la valoración se desenvuelve.

Objeto: Todo hombre, animal o cosa, es decir, todo objeto concreto; o toda situación, circunstancia o idea, es decir todo objeto abstracto.

CARACTERÍSTICAS DE LOS VALORES

Los valores pueden ser caracterizados a partir de las siguientes notas:

a. Su Dependencia.- Los valores no existen por sí mismos, necesitan depositario en quien descansar; son como las cualidades de esos depositarios llamados bienes: la belleza de un cuadro, la elegancia de un vestido, la utilidad de una herramienta
Los valores no son cosas ni elementos de las cosas, sino propiedades, cualidades sui generis, que poseen ciertos objetos llamados bienes. En virtud de que los valores necesitan de los bienes, se dice que pertenecen a los objetos, que son no independientes, entes parásitos (necesitan apoyarse en las muletas de la realidad). Antes de depositarse en los bienes, los valores son”meras posibilidades”; para actualizarse necesitan plasmarse, concretizarse en los bienes tangibles.

b. Bipolaridad.- El valor oscila siempre dentro de una polaridad. Toda polaridad encierra los dos valores límites: bueno-malo (moral); verdadero-falso (ciencia); bello-feo (arte). Al primer término de toda valoración se le llama valor positivo y al segundo, valor negativo; a estos últimos también se les llama disvalores o contravalores.
La característica de polaridad o bipolaridad consiste en que los valores se presentan desdoblados en un valor positivo y el correspondiente valor negativo. Es necesario advertir que el disvalor no implica una inexistencia, una negación del valor positivo; el valor negativo tiene tanto existencia efectiva como el valor positivo.

c. Jerarquía.- Hay valores que son considerados superiores (dignidad, libertad) y otros como inferiores (los relacionados con las necesidades básicas o vitales). Las jerarquías de valores no son rígidas ni predeterminadas; se van construyendo progresivamente a lo largo de la vida de cada persona.

d. Durabilidad.- los valores se reflejan en el curso de la vida. Hay valores que son más permanentes en el tiempo que otros. Por ejemplo, el valor del placer es más fugaz que el de la verdad.

e. Integralidad.- cada valor es una abstracción íntegra en sí mismo, no es divisible.

f. Flexibilidad.- los valores cambian con las necesidades y experiencias de las personas.

g. Satisfacción.- los valores generan satisfacción en las personas que los practican.


h. Trascendencia.- los valores trascienden el plano concreto; dan sentido y significado a la vida humana y a la sociedad. Consiste en que los valores se dan de un modo perfecto sólo en su esencia; pero cuando se encarnan en los seres materiales, existen de un modo imperfecto.
Por ejemplo: El adolescente suele concebir los valores en toda su perfección, y no faltan ocasiones en las que sufre una grave desilusión cuando se percata de que la realidad de la vida no está a la altura de su concepción. La justicia, el amor, la fidelidad. La honradez, la bondad en general, siempre están en un nivel inferior al ideal que le corresponde. Lo peor acontece cuando la decepción crea un resentimiento; el sujeto llega a renegar de todos los valores. Porque no encuentra la libertad perfecta, reniega de la libertad y dice que no existe; no encuentra la justicia, la verdad, el amor perfectos, y reniega de ellos y actúa como si no existieran. Esto hay que delatarlo; porque, lejos de ser una actitud aceptable, es simplemente un acto de cobardía y debilidad. Los valores no están encarnados con perfección; pero el hombre es el encargado de encarnarlos con su esfuerzo y su perseverancia. Los valores proporcionan grandes satisfacciones al hombre; pero antes hay que conquistarlos.

i. Preferibilidad.- Consiste en esa particularidad por la cual los valores atraen o inclinan hacia sí mismos la atención, las facultades y, en especial, la voluntad del hombre que los capta. Enfrente de las cosas, el hombre prefiere las que encierran un valor.
En efecto, un objeto o una persona valiosa, inmediatamente nos inclina hacia ella. El hombre tiene una tendencia natural para dirigirse hacia algo valioso. Cuando una persona no ha captado un valor, queda indiferente hacia él, su ánimo no se inclina en pro o en contra. Pero basta atisbar el valor contenido en una persona o en un objeto, para que entre en función toda nuestra capacidad de apropiación. Quien ha captado la belleza, trata de conservarla para sí, e inclusive crearla.

j. Objetividad.- Consiste en que los valores se dan en las cosas o personas (objetos) independientemente de que sean conocidos, o no, por alguien en particular.
Así, por ejemplo, el valor “utilidad” reside en una máquina de escribir, aunque ésta caiga en poder de unos salvajes analfabetos que no conozcan su uso y, por tanto, su utilidad. El valor moral de una persona reside en ella, aun cuando otros la juzguen en sentido opuesto, e inclusive, aun cuando el propio sujeto no sepa valorizar su propia actitud honesta. A propósito de esto, se puede añadir aquí que no es raro que se den casos de alto valor moral en los que el propio sujeto no se percate de los niveles que está viviendo, tan inaccesible para el común de los mortales. También sucede (y esto es lo más común) que la persona se sobre valorice en el orden moral, o intelectual o estético.
Por lo dicho, ya se puede concluir que no es lo mismo el valor que la valoración. El valor es objetivo, se da independientemente del conocimiento que de él se tenga. En cambio, la valoración es subjetiva, o sea, depende de las personas que juzgan. Sin embargo hasta la misma valoración, para que sea valiosa, necesita ser objetiva, es decir, basarse efectivamente en los hechos reales que se están juzgando y no ser un producto arbitrario de las tendencias viciosas o circunstanciales desfavorables del que juzga.

k. Dinamismo.- los valores se transforman con las épocas.

l. Aplicabilidad.- los valores se aplican en las diversas situaciones de la vida; entrañan acciones prácticas que reflejan los principios valorativos de la persona.

JERARQUÍA DE LOS VALORES

Existen diversos criterios para jerarquirizar los valores. Una de las jerarquías más importante fue la propuesta Marx Scheler (1874 - 1928), en su obra El formalismo de la ética y la ética material de los valores en la que considera a los valores de menos a más, así:

• Hedonísticos o del placer: Lo agradable y desagradable, lo placentero y doloroso, lo sabroso y lo asqueroso, etc.
• Económicos y técnicos: Lo lucrativo, lo provechoso, lo útil, lo eficaz, etc.
• Vitales: Lo saludable, lo fuerte, lo débil, etc.
• Teóricos o Cognoscitivos: Lo verdadero, lo falso, lo verosímil, lo claro, lo seguro, etc.
• Estético: Lo bello, lo feo, lo bonito, lo elegante, lo cómico, lo artístico, etc.
• Éticos: Lo bueno, lo malo, lo justo, lo injusto, lo honesto, etc.
• Religiosos: Lo caritativo, lo santo, lo piadoso, lo sacrilegio, lo divino, etc.

LOS VALORES MORALES

Los valores morales únicamente se dan en actos o productos humanos. Sólo lo que tiene una significación humana puede ser valorado moralmente, lo cual nos lleva a afirmar que sólo los actos o productos que los hombres pueden reconocer como suyos son los realizados con plena conciencia y libertad, y con respecto a los cuales se les puede atribuir una responsabilidad moral. En este sentido, podemos calificar moralmente la conducta de los individuos o de ciertos grupos sociales, así como las intenciones de sus actos, sus resultados y consecuencias.
Un mismo producto humano puede soportar varios valores, aunque uno de ellos sea el determinante. Una obra de arte puede tener no sólo un valor estético, sino también una significación política y moral. Es perfectamente legítimo abstraer un valor de esta constelación de valores siempre y cuando no haya una reducción de valor entre uno y otro.
Se puede juzgar una obra de arte por su valor religioso o político con la condición de que no se pretenda con ello deducir de esos valores su valor propiamente estético; simplemente se afirma que dicha obra no cumple con el valor moral esperado. Un mismo acto o producto humano puede ser valorado desde diversos ángulos ya que en él se encarnan o realizan distintos valores. Pero aunque los valores se conjuguen en un mismo objeto, no deben confundirse. Esto se aplica de un modo especial a los valores morales y no morales. Sin embargo, al establecer la distinción entre los primeros y los segundos hay que tener presente que los valores morales sólo se encarnan en actos o productos humanos y, dentro de éstos, en aquellos que se realizan libremente, es decir, con plena conciencia y voluntad.
John F. Kennedy dijo alguna vez: “Un hombre hace lo que debe sin importarle las consecuencias personales, los obstáculos, las presiones ni los peligros, éste es el fundamento de toda moralidad humana”. En esta frase se pone de manifiesto la importancia del acto moral que tiene por objetivo otro ser humano. Lo cual nos lleva a preguntarnos efectivamente puede haber un acto moral que no incluya a otro individuo. La respuesta es sí, incluso una obra de caridad sin pensar en el beneficio inmediato, como hacer a un lado una piedra del camino para que cuando otra persona pase por ahí después no se tropiece; o la de construir un asilo para ancianos o un orfanato. Pero el valor moral más importante es aquel que se lleva a cabo de manera directa tal y como lo establece Gibran Jail cuando dice: “Es bueno dar cuando nos piden, pero es mejor dar cuando no nos piden porque significa que comprendemos a los demás. Esta clase de valores tiene un crédito doble, pues por un lado se hace el bien y por el otro se comprende al prójimo anticipándose a lo que necesita. Hacer el bien suele ser un tanto complicado. Los filósofos griegos eran llamados “perros” precisamente por argumentar la ingratitud después del favor recibido. Mark Twain, escritor norteamericano, uno de los mayores en su país, dijo: “Recogéis a un perro que anda muerto de hambre, lo engordáis y no os morderá. Ésa es la diferencia más notable que hay entre un perro y un hombre”. La virtud dentro de los valores es hacer el bien sin esperar algo a cambio, incluso la gratitud.

EL PROBLEMA DE LA ESENCIA DEL VALOR

a.El subjetivismo axiológico: Afirma que los valores son el resultado de las reacciones, individuales y colectivas. El subjetivista se pregunta: ¿Puedo algo tener valor si nadie lo ha percibido ni puedo percibirlo?, evidentemente que no; el valor no tiene sentido ni existencia propiamente sin que exista el sujeto. La valoración real o potencial parece ser un elemento indispensable del valor. En última instancia, el valor es para el hombre o los seres vivos. Resulta impensable algo que tuviera valor sin referencia a ninguna clase de sujeto.
Según el subjetivismo, los valores no existen en sí y por sí, sino que son meras creaciones de la mente, existen solamente para mí; lo que hace a una cosa valiosa es el deseo o el interés individual. El subjetivista piensa: El valor de un exquisito manjar, no está en él, sino en mi paladar, que lo saborea y le confiere un valor determinado.

Los subjetivistas defienden su posición apoyándose en argumentos de este tipo:

 Discrepancia. Es obvio que no puede uno ponerse de acuerdo en problemas éticos, estéticos, religiosos, políticos, donde a menudo se producen conflictos o desacuerdos de valores. Las personas frecuentemente discrepan sobre la belleza de un cuadro, una novela, una película; sobre la eficiencia de un equipo de fútbol; sobre un acto moral (por ejemplo, acerca de la guerra de Vietnam, unos sostienen que es una guerra justa y moralmente justificada; y otros, lo contrario).
 Constitución biológica. Los valores están supeditados a la constitución peculiar y subjetiva. Así, surgen argumentos de este tipo: ¿Qué valor estético tendría la pintura si los hombres no tuvieran ojos? ¿y qué sentido tendría hablar del valor estético de la música si estuviéramos condenados a una sordera eterna?
 Interés. Otro argumento que mencionan frecuentemente los subjetivistas es que una cosa adquiere valor en la medida en que se le confiere un interés. Por ejemplo: ¿Dónde radica el valor de los sellos de correo? ¿hay algo en la calidad del papel o en la belleza del dibujo o en la impresión que explique el valor que se les da?... Es obvio que sin el interés de los filatélicos los sellos no tendrían ningún valor. El deseo e interés de coleccionarlos es lo que les ha conferido su valor. Otro ejemplo: si la gente perdiera interés en la pintura de Rembrandt, sus cuadros carecerían de valor.
 Historicidad de los valores. La relatividad de los valores se debe a su carácter concreto e histórico; gracias a éste, los valores están condenados a quedar encerrados en la prisión del sujeto; ya en la antigüedad decía el sofista Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”.
La situación real y la conducta real del hombre demuestran que no es posible una valoración universal. En cada grupo humano y en cada individuo varía la estimativa hasta lo infinito. En resumen para el subjetivismo no hay objeto valioso sin sujeto.

Cuestionamientos a la Teoría Subjetivista:
Aunque el Subjetivismo acierta en señalar de que no hay objetos valiosos de por si al margen del sujeto, sin embargo se equivoca al no considerar las propiedades del objeto que pueden provocar la actitud valorativa del sujeto. De otro modo, ¿Cómo podría explicarse que distintos objetos susciten diversas actitudes valorativas en un mismo sujeto? Es evidente que la existencia de propiedades objetivas distintas contribuyen a despertar reacciones diversas en un mismo sujeto.
Por otro lado la valoración del sujeto no es un acto exclusivamente individual y síquico ya que el individuo está inmerso en una determinada sociedad en cuya cultura se nota espiritualmente y por lo tanto su estimativa va a estar marcada por las pautas o valores morales que tiene una significación social.

b.El objetivismo axiológico: Esta corriente se opone determinantemente al subjetivismo; sostiene que los valores son objetivos, dependen del objeto y no del sujeto; lo único que hace el sujeto es captar el valor. El objetivismo reconoce que la valoración es subjetiva, pero ello no implica que el valor lo sea. Del mismo modo como la percepción es subjetiva, pero no el objeto percibido, que mantiene intactas sus cualidades primarias cuando nadie lo perciba, así ocurre con el valor. No puede confundirse el objeto con su captación, defiende el objetivismo.
Se ha visto que uno de los argumentos que citan los subjetivistas se cifra en lo que se denomina argumento de las discrepancias. Ahora bien, frente a este argumento, los objetivistas sostendrían, en primer lugar, que la discrepancia no se refiere a los valores, sino a los bienes. La discrepancia se refiere a la belleza de un cuadro o a la justicia de un acto, esto es, a bienes; no a la belleza o a la justicia, que son valores independientes de todo bien. A diferencia de los valores, los bienes son imperfectos; muchas veces no logran encarnar plenamente los valores, debido a una ceguera estimativa de los hombres concretos. Esto explicaría, por ejemplo, que los griegos hayan aceptado la esclavitud; una torpeza de conciencia moral les impidió aprehender el eterno y universal valor de la justicia.
Así el objetivismo descansa en dos tesis fundamentales:
 Incurrir en la separación radical entre valor y realidad, o independencia de los valores respecto de los bienes en que éstos se plasman.
 Afirmar que los valores son absolutos, que existen en sí y no para mí (independencia de los valores respecto de todo sujeto).
Los valores son supra temporales, son extra territoriales y extra históricos; valen aquí y allá; ayer, hoy y siempre.
Según Max Scheler, los valores son esencias, cualidades a priori, que no dependen en nada del sujeto que los capta ni de los bienes en que se hallan incorporados. El conocimiento se produce por intuición de esencias. El filósofo germano compara los valores a los colores; sostiene que, del mismo modo como el color azul, por ejemplo, no se torna rojo cuando se pinta de rojo un objeto azul, tampoco los valores resultan afectados por lo que ocurre a sus depositarios. La independencia implica inmutabilidad. Los valores son, además, absolutos; sólo nuestro conocimiento de los valores es relativo.
Según Nicolai Hartmann, los valores son objetos ideales, a la manera de las ideas platónicas. Los valores son esencias independientes de los bienes; tienen carácter a priori; son absolutos, a pesar de que presentan cierta forma de relatividad; tienen un “ser-en-sí-ideal”, y finalmente revisten el carácter de principios.

Cuestionamiento a la teoría objetivista:
El objetivismo procede a separar el valor de los bienes de tal manera que supedita la existencia del bien al valor. Lo que hay de valioso en una cosa tiene su fuente en el valor que existe con independencia de ella. Pero esta existencia de un valor no encarnado, o que no necesita plasmarse en algo real, suscita problemas que, al no ser resueltos, conducen a consecuencias absurdas. Por ejemplo, ¿Qué sentido tendría la solidaridad, la lealtad o la amistad como valores si no existieran los sujetos humanos que pueden ser solidarios, leales o amigos? ¿Qué solidaridad podría existir- aunque fuera idealmente- si no existieran los sujetos que han de practicarla y sus actos solidarios? Algo semejante pudiéramos decir de la separación radical entre la utilidad y las cosas útiles, la justicia y los hombres justos, etc. Todos los valores que conocemos tienen- o han tenido- sentido en relación con el hombre, y solamente en esta relación.

c. El naturalismo axiológico: Esta corriente filosófica sostiene que el fundamento de lo bueno establecido por los modelos de valoración es algún tipo de propiedad que no se encuentra en nuestra conciencia sino en el mundo real o natural, vale decir, los valores son una propiedad constitutiva de los hechos mismos y nosotros nos limitamos a captarla.
Un ejemplo de axiología naturalista lo proporciona la tesis de los nazis que afirmaban que lo bueno consiste en la mayor aptitud natural para subsistir de donde deducían que lo moralmente bueno era la supervivencia del más apto y lo moralmente malo era que los menos aptos intenten supervivir.

d. El estructuralismo axiológico: Es intermedia entre el objetivismo y el subjetivismo. El filósofo argentino Risieri Frondizi piensa que tanto el objetivismo como el subjetivismo son unilaterales. Piensa que el valor surge de la relación entre el sujeto y el objeto y que esa relación axiológica origina una cualidad estructural (Gestalqualitat) empírica; esta cualidad no se da en el vacío, sino en una situación humana, concreta, y la jerarquía axiológica es también situacional y compleja, no lineal. Según Frondizi, los valores sirven de fundamento a las normas éticas y éstas, lo mismo que las normas jurídicas, son situacionales. El filósofo argentino considera que su interpretación estructural del valor abre la posibilidad de superar el tradicional abismo entre el ser y el deber ser. Ni el objetivismo ni el subjetivismo logran explicar satisfactoriamente el modo de ser de los valores. Estos no se reducen a las vivencias del sujeto que valora ni existen en si, como un mundo de objetos independientes cuyo valor se determine exclusivamente por sus propiedades naturales objetivas. Los valores existen para un sujeto, entendido este no en un sentido puramente individual, sino como ser social; exigen, asimismo, un sustrato material, sensible, separado del cual carece de sentido.
Es el hombre—como ser histórico-social, y con su actividad práctica—el que crea los valores y los bienes en que se encarnan, y al margen de los cuales solo existen como proyectos u objetos ideales. Los valores son, pues, creaciones humanas, y solo existen y se realizan en el hombre y por el hombre.
Las cosas no creadas por el hombre (los seres naturales) solo adquieren un valor al entrar en una relación peculiar con el, al integrarse en su mundo como cosas humanas o humanizadas. Sus propiedades naturales, objetivas, solo se vuelven valiosas cuando sirven a fines o necesidades de los hombres, y cuando adquieren, por lo tanto, el modo de ser peculiar de un objeto natural humano.
Así, pues, los valores poseen una objetividad peculiar que se distingue de la objetividad meramente natural o física de los objetos que existen o pueden existir al margen del hombre, con anterioridad a- o al margen de- la sociedad. La objetividad de los valores no es, pues, ni de las ideas platónicas (seres ideales) ni la de los objetos físicos (seres reales, sensibles). Es una objetividad peculiar-humana, social-, que no puede reducirse al acto psíquico de un sujeto individual ni tampoco a las propiedades naturales de un objeto real. Se trata de una objetividad que trasciende al marco de un individuo o de un grupo social determinado, pero que no rebasa el ámbito del hombre como ser histórico-social. Los valores, en suma, no existen en sí y por si al margen de los objetos reales- Cuyas propiedades objetivas se dan entonces como propiedades valiosas (es decir, humanas, sociales)-, ni tampoco al margen de la relación con un sujeto (el hombre social). Existen, pues, objetivamente, es decir, con una objetividad social. Los valores, por ende, únicamente se dan en un mundo social; es decir por y para el hombre.

SOBRE LA NOCIÓN DEL BIEN

“Pero ¿cuáles son los bienes que podríamos proponer como bienes en sí? ¿No serán aquellos que perseguimos con independencia de toda otra cosa, como la intelección, la visión, y ciertos placeres y honores? Todos ellos, en efecto, por más que los procuremos en vista de otro bien, podríamos, sin embargo, clasificarlos entre los bienes en sí ¿O es que no vamos a considerar como bien en sí sino la Idea? De ser así, vana será la Forma. Mas sí, por el contrario, los bienes antes enumerados son bienes en sí será forzoso que en todos ellos aparezca la razón del bien, al modo como la blancura aparece en la nieve y en el albayalde. Ahora bien, los conceptos de honor, de intelección y de placer son distintos y diferentes y precisamente en tanto que bienes. Así, pues, no es el bien un término general regido por una Idea singular.
Mas esto supuesto, ¿en qué sentido se predica de varias cosas el mismo término? (…) ¿Será que todos los bienes proceden de un solo bien o que en el terminan, o más bien les daremos la misma denominación sólo por analogía, al modo que la vista es un bien en el cuerpo como la inteligencia lo es en el alma, y así en otras cosas? Mas, quizá sea mejor dejar esto ahora, ya que su examen acucioso pertenece más bien a otra parte de la filosofía, y otro tanto pasa con la Idea del Bien. Pues aun admitiendo que sea una unidad el bien que se predica en común de los bienes, o algo separado y existente en sí mismo, manifiesta cosa es que en tal caso no podría ser practicado ni poseído por el hombre, que es precisamente lo que buscamos.
Podría con todo, pensar alguno que es en todo caso mejor conocer el Bien en sí con la mira de los bienes posibles y hacederos, como quiera que teniendo a aquél por arquetipo, sabríamos mejor cuáles son los bienes apropiados a nosotros, y sabiéndolo acertaríamos en su logro.
Por más que no deja de tener cierta verosimilitud este razonamiento parece estar en desacuerdo con lo que ocurre en las diversas disciplinas, todas las cuales, por más que tiendan a algún bien y que procuren empeñosamente lo necesario para obtenerlo, omiten, con todo, el conocimiento del Bien en sí. Sería en verdad cosa fuera de razón el que los expertos, en cualquier oficio desconociesen o no buscasen con afán un socorro tan grande. Difícil será decir qué provecho derivará para su arte el tejedor o el carpintero que conozca este Bien en sí, o cómo será mejor médico o general el que ha contemplado la Idea del Bien. Manifiesto es, en efecto, que el médico no considera ni aun la salud de esta manera, sino la salud del hombre, o por mejor decir la de este hombre, pues en particular cura a cada uno. Y baste con lo dicho acerca de este asunto.